Los últimos cuatro años la Unidad de Integridad para el Atletismo (IAU), un organismo independiente de la Federación Internacional de Atletismo (World Athletics) creado para perseguir de manera global el dopaje en este deporte, ha incluido a un total de 66 atletas kenianos en su lista de atletas no elegibles por temas relacionados con el dopaje.
53 de ellos han sido suspendidos en firme y están cumpliendo sanciones debido a positivos por dopaje o violaciones contra las normas antidopaje, algunas de ellas de hasta ocho años, y otros 13 lo están provisionalmente a la espera de que se resuelvan sus apelaciones ante los tribunales.
El último de ellos, hace solo unos días, fue Patrick Siele, un maratonista sin resultados relevantes, pero la lista es muy extensa e incluye a hombres y mujeres ilustres como Jemima Sumgong, campeona olímpica de maratón en Río de Janeiro 2016; Asbel Kiprop, oro olímpico de 1.500 metros en Pekín 2008 y triple campeón del mundo de la distancia; Wilson Kipsang, vencedor de las maratones de Londres, Nueva York y Berlín y medalla de bronce en los Juegos de Londres 2012; Rita Jeptoo, ganadora de las maratones de Chicago y Boston; Sammy Kiprop, campeón del mundo de medio maratón con Kenia en 2019 y bronce individual en 2010; Elijah Manangoi, campeón del mundo de 1.500 metros en 2017, entre otros muchos.
El dopaje se ha extendido en los últimos años como la pólvora en Kenia ya que los atletas, expuestos a entrenadores y representantes con pocos escrúpulos y la gran mayoría de ellos procedentes de familias sin recursos, se sienten atraídos por los importantes premios que reciben por sus victorias, especialmente en pruebas de larga distancia como las de maratón y medio maratón.
Las naturales condiciones que los atletas kenianos tienen para las pruebas de larga distancia -más de la mitad de las 100 mejores marcas de la historia en maratón las han logrado atletas de esta nacionalidad o nacidos en Kenia pese a ser ciudadanos de otro país- provocan mucha competencia y los suculentos premios que reciben les han hecho caer en la tentación del dopaje.
Un dopaje para el que, por otra parte, no están “suficientemente educados”, ya que muchos de ellos, asistidos por curanderos o médicos poco profesionales, utilizan sustancias que ya están obsoletas y son fácilmente detectables.
A todo ello hay que añadir el hecho de que la lucha contra el dopaje está muy lejos de ser ejemplar en África, ya que solo hay un laboratorio antidopaje en el continente y está en Sudáfrica, a 6.000 kilómetros de distancia de Kenia.
Fuente: Mundo Deportivo