El año próximo, la máxima cita del deporte mundial -los Juegos Olímpicos- retornará a Londres. La capital británica ya los había albergado en 1908 (aquellos Juegos de Dorando Pietri…) y volvió a recibirlos en 1948. Era una circunstancia especial: el primero encuentro posterior a la Segunda Guerra Mundial, que había devastado toda Europa y gran parte del planeta. Para el atletismo, era el comienzo de una nueva era. Fueron los juegos de la «holandesa voladora» Fanny Blankers-Koen quien, con sus 30 años, no quería dejar pasar su última oportunidad de la gloria: sus cuatro medallas doradas (100 y 200 llanos, 80 con vallas y el relevo 4×100) constituyeron una hazaña inigualable que la colocó por siempre en los libros. También fueron los Juegos de la aparición de un fenómeno checo llamado Emil Zatopek, rey en los 10 mil metros y subcampeón de 5000, anunciando lo que sería su triplete de Helsinki. Y la aparición de otro dotado, el estadounidense de Tulane, Bob Mathias, campeón del decathlon… con apenas 17 años.
Pero también era un tiempo de esplendor para el deporte argentino que tenía en varias especialidades -atléticas incluidas- valores entre los mejores del mundo de esa época. Si nos circunscribimos al atletismo, nunca se vio una cosecha así: el oro olímpico de Delfo Cabrera en el maratón (acompañado por Guiñez y Sensini en el top ten) o los cuartos puestos de Alberto Triulzi en los 110 metros con vallas y Enrique Kistenmacher en el decathlon.
«Recuerdo particularmente el viaje, duró veinte días en el barco. Allí entrenábamos, inclusive los fondistas… Es algo increíble,pensándolo ahora. Al llegar nos llevaron a unas barracas en Sussex y, posteriormente, a la zona de Wimbledon», siempre contaba Noemí.
Aunque sus mejores antecedentes estaban en los 80 metros con vallas -donde fue la número 1 del mundo en un par de temporadas- y en la velocidad, la prueba en la que realmente llegaba a tope para Londres ’48 era el salto en largo. En los 100 metros se quedó en las series (tercera con 13.1) y en las vallas escaló hasta semifinales (le tocó la más difícil, la segunda, y con 11s9 ocupó el cuarto puesto, quedando marginada de la prueba decisiva). Ambas competiciones eran dominio de Fanny Blankers-Koen.
La holandesa también poseía el récord mundial del salto en largo, una prueba que -pese a su gran tradición en el programa atlético- recién «debutaba» como olímpica para las damas en esos Juegos. Blankers-Koen, con un antecedente de 6.25 en Leiden 1943, desistió de participar en largo para concentrarse en las carreras. Eso dejaba el camino abierto, entre otras, a la húngara Olga Gyarmati, una rubia oriunda de Debrecen, quien tenía el mejor registro de la temporada (5.99, logrado dos meses antes).
Simonetto atravesó con toda solvencia la clasificación (5.56 m) y ya en la prueba decisiva, disputada el 4 de agosto ante más de 80 mil espectadores en el Estadio de Wembley, tomó la delantera con su registro de 5.60 en el segundo intento. «Durante casi media hora me sentí campeona olímpica» contaría, siempre. Pero Gyarmati apareció en el penúltimo salto y sus 5.69 la llevaron a la victoria, mientras el bronce quedaba para la sueca Ann-Britt Leymann.
2. A DISFRUTARLO
«Cuando regresé de los Juegos, tenía apenas veintidos años y estaba en el mejor momento de mi carrera. Pero me había casado con Ramón (Portela), mi entrenador. Y quise dedicarme a mi familia. Nunca me arrepentí», contaría, allí y siempre. Tres hijos, nietos y bisnietos constituyeron su alegría.
Pero Noemí -alejada de las competiciones- nunca dejó a su querido deporte, ese que la había atrapado cuando ingresaba en la adolescencia y estaba en un picnic en River.
Aconsejó a muchas generaciones de atletas, fue la embajadora del deporte argentino -tanto con nuestra Confederación Atlética como con el Comité Olímpico- acompañando a las chicas en sus viajes. Era un símbolo que, afortunadamente, se pudo disfrutar. Y también ella lo disfrutaba, mientras cambiaban los tiempos, y el deporte.
«Lo que ocurre ahora no tiene nada que ver con el atletismo de aquellos años. Era un deporte muy sacrificado, la única recompensa era alguna medalla y que alguien se acordara de darte las zapatillas o la ropa para entrenar y competir», explicaba.
Pasados los ’60, también le tomó el gusto a las pruebas de veteranos, sobre todo en lanzamiento de bala: se reencontraba con los amigos, disfrutaba.
Y además, recibió todas las distinciones. Las merecidas. La CADA la proclamó «Atleta del siglo» en la votación realizada en el 2000, en la que participaron cincuenta expertos. En nuestro país fue premio Konex. Independiente, el club al que representó en sus mejores momentos, también la tuvo en cuenta. Y la Confederación Sudamericana la convocó como una de sus «damas de honor» para las celebraciones por el 80° aniversario, hace poco tiempo en Brasil.
Tengamos en cuenta que aquella medalla de Simonetto en Londres fue la primera lograda por una mujer del atletismo sudamericano en el atletismo olímpico. Le seguirían la chilena Marlene Ahrens, ocho años después en Melbourne (jabalina), la colombiana Ximena Restrepo con el bronce en los 400 metros de Barcelona ’92 y, hace muy poquito, la brasileña Maurren Higa Maggi -la primera campeona desde nuestra región- justamente en salto en largo, en Beijing.
El Comité Olímpico Argentino también la premió y la contó entre sus filas. Simonetto había sido la segunda deportista del país -después de la nadadora Jeanette Campbell en Berlin 1936- en subir a un podio olímpico. Pasarían cuatro décadas hasta que Gaby Sabatini conquistara una medalla en tenis. Y fue conmovedora reunirlas a las tres, en una postal imborrable. Acaso allí se inspiraran las mujeres que tanta gloria olímpica le dieran al deporte argentino en tiempos recientes: las Leonas, la yudoca Pareto, la nadadora Bardach, más tenistas…
3. LA CAMPAÑA
Simonetto nació en Avellaneda, el 1° de febrero de 1926. Sus comienzos atléticos se concretaron a los trece años, en River, luego de que -tal vez casualmente- el profesor Camaño le detectara condiciones para el salto en alto. El atletismo femenino, en la Argentina, recién comenzaba y Simonetto marcaría una época junto a otra exponente de gran calidad: la lanzadora Ingeborg Mello. Con apenas catorce años, se llevaba el primero de sus títulos nacionales como integrante de la posta 4×100. Y en 1941 iniciaba su formidable cosecha en los Campeonatos Sudamericanos, justamente en Buenos Aires, triunfando con la posta corta y obteniendo el bronce en salto en largo.
Simonetto llegó a correr los 100 metros en 12s2 (en 1946) y también sobresalió en los 80 metros con vallas, quedando como la número 1 del ránking mundial en 1946 con su mejor regsitro de 11s5, que igualaría dos años después. En salto en alto, su mejor performance fue de 1.60 (el 2 de noviembre de 1946) mientras que en largo, su tope quedó en 5.76, registro obtenido el 16 de setiembre de 1945 en una pista de San Fernando que ya no existe.
La marca del salto en alto -que igualó al mes siguiente- significaba un récord argentino, recién empatado por Ana María Estrada veintidos temporadas después. Y que Lila Negro, con 1.62, recién pudo superar en 1970.
En salto en largo, los 5.76 significaban récord sudamericano, permaneciendo al tope de las tablas durante más de una década (lo mejoró otra argentina, Gladys Erbetta, con 5.84 en 1956).
Simonetto, pese a una trayectoria de competición relativamente breve, alcanzó 16 títulos nacionales individuales y otros 6 en relevos. Este es el detalle:
100 metros llanos: campeona en 1944
80 metros con vallas: campeona entre 1943 y 1947
Salto en alto: campeona en 1942 y 1944 a 1947
Salto en largo: campeoan en 1942, 1943, 1945, 1946 y 1947
relevo 4×100: campeona en 1940, 1942, 1943, 1944, 1945 y 1946.
En los campeonatos sudamericanos, fue la más exitosa atleta argentina de todos los tiempos (y con una cosecha que sólo pudieron superar tres atletas brasileñas). Acumuló 11 medallas de oro, 3 de plata y otras tres de bronce, para totalizar 17. La chilena Ilse Barends, su gran rival de aquellos tiempos, se interpuso a veces… en salto en alto. Estas fueron las participaciones de Noemí en los Sudamericanos:
Buenos Aires 1941: campeona en 4×100 y tercera en largo.
Santiago de Chile 1943: campeona en 100 (12.4), largo (5.27) y 4×100 (49s7), tercera en alto (1.50)
Montevideo 1945: campeona en vallas (11s7), largo (5.44) y 4×100 (50.2), subcampeona en alto (1.50) y 100 metros (12s5)
Rio de Janeiro 1947: campeona en 100 (12s4), vallas (11s5), largo (5.40) y 4×100 y subcampeona en alto (1.55).
Por aquella entrega, por todo lo que significó para el atletismo argentino y sudamericano, por todo lo que ofreció a lo largo de su vida a tantas generaciones de jóvenes y no tan jóvenes, por su ejemplo de mujer y deportista, nos quedamos con su más grato y bello recuerdo.